Mundos mutuos
Los microbios que nos habitan nos forman y deforman a la vez. En el caso de nuestros intestinos, que albergan más bacterias que células que contienen nuestra codificación genética, los microbios nos forman porque facilitan los procesos metabólicos que necesitamos para vivir; pero también nos deforman, en el sentido que nos muestran los límites de nuestra discreción humana. Somos en gran parte microbios y aunque esto no nos hace ser menos de eso que somos, sí nos incita a reconocer que esos microbios también nos definen. La simbiosis que nos es inherente, pero que no vemos, y que se manifiesta íntimamente en nuestra flora intestinal, también sucede afuera de nosotros. Es más, descubrirla afuera es quizás una forma de imaginarla adentro y de comprender que no somos seres autónomos sino relacionales. Afuera o adentro, humanos o no, creamos mundos mutuos continuamente.